Dentro del concepto de interfaz incluimos todas las formas y medios que tiene el usuario para poder controlar e interactuar con el sistema domótico.
La tecnología ofrece muy diversas maneras de hacerlo, lo que permite que el usuario con discapacidad pueda seleccionar aquellas que mejor se acomoden a sus destrezas.
Por ejemplo, una persona con discapacidad intelectual o poco conocedora de la tecnología (como puede ser el caso de muchas personas mayores) necesitarán interfaces sencillas o incluso sistemas automatizados. Otros usuarios necesitarán sistemas controlados por voz (discapacidad visual o motriz).
Es tal vez la manera más común de interfaz: mandos a distancia, teclados, botoneras,… podemos incluir desde los mandos más sencillos y con pocas teclas hasta paneles de control con pantalla. Existen dispositivos inalámbricos (tipo tablet PC) que permiten mediante una pantalla táctil controlar toda una instalación domótica.
En el caso de interfaces sencillas, cada tecla se corresponderá con una sola acción, para evitar crear confusión, pero esta acción puede englobar varias operaciones. Por ejemplo: una tecla con la indicación “noche” puede actuar apagando las luces, activando la alarma de la puerta, bajar las persianas y ajustar el termostato de la calefacción. Esta serie de acciones conjuntas es lo que se denomina “Escenarios”.
Los mandos y teclados más complejos y con pantalla, suelen presentar una serie de menús, similares a los de un teléfono móvil o de un programa informático, a través del cual se pueden ir controlando todos los equipos y sistemas.
Otras interfaces basadas en botones pueden ser las pulseras y colgantes de teleasistencia médica, las botoneras de elevadores y grúas, los controles de las camas articuladas,…
Todos estos sistemas tienen el inconveniente de que son operables con las manos y normalmente también con la vista (salvo mandos sencillos con indicaciones en relieve con símbolos braille) por lo que aquellos usuarios con poca destreza manual, falta de movilidad en las manos o discapacidad visual, no podrán utilizarlos y tendrán que recurrir a otras interfaces.
El propio cuerpo de la persona, con una determinada postura o con su presencia, puede ser el que active un mecanismo o desencadene una serie de acciones o de avisos.
El ejemplo más sencillo de esta clase de interfaz sería el sensor de presencia, que al detectar el paso de una persona activa un sistema (una luz, la apertura de una puerta,..).
Otros sensores de presencia se utilizan para activar grifos de manera automática, o para encender el secamanos, o para elevar mesas o muebles al detectar las piernas del usuario.
Tenemos sistemas más complejos basados en cámaras que analizan gestos y expresiones en la cara del usuario, como los que se utilizan para sustituir el uso del ratón al manejar un ordenador; con este sistema el usuario puede mover el cursor con la mirada o con el movimiento del mentón o las cejas, y hacer clic mediante otro tipo de gestos (por ejemplo pestañeando).
Las ventajas de estas interfaces son muchas, pero también tienen una serie de inconvenientes:
los sensores de presencia han de estar correctamente situados, evitando zonas muertas y detectando a todo tipo de usuarios (algunos sistemas tienen dificultades con personas de poca talla o con usuarios de bastones o muletas).
Los sistemas temporizados controlados por los sensores han de estar bien regulados. Por ejemplo: las luces de pasillos o escaleras han de dejar suficiente tiempo como para que aquellos usuarios que caminan más despacio puedan llegar a su destino sin quedarse a oscuras en el medio del camino.
Los sistemas más complejos, como el comentado para el control del ordenador mediante la cara, requieren de un entrenamiento previo de bastante duración.
Dentro de estos controles podemos distinguir varios subtipos de interfaz.
Interfaces de introducción de voz, que interpretan la voz y la traducen a un lenguaje informático, como los programas de dictado automático, o el sistema de marcación por voz de muchos teléfonos móviles.
Interfaces que responden a un sonido concreto, como aquellos que responden a una palmada o a un silbido, o que reaccionan al romperse un vidrio.
Interfaces con mensajes de voz: en este caso es la máquina o el equipo el que utiliza una voz para comunicar información al usuario. Es una interfaz muy frecuente en máquinas expendedoras, sistemas de atención telefónica,… Podríamos incluir aquí los escáneres utilizados por los usuarios con discapacidad visual, que son capaces de interpretar el texto impreso en un papel y “leerlo”.
Interfaces bidireccionales, permiten que se introduzcan órdenes y comandos mediante la voz y a su vez son capaces de responder con mensajes de voz.
Su ventaja es que no es necesario realizar ningún movimiento, funcionan sólo con la voz o mediante un sonido. Son útiles para personas con problemas de movilidad, discapacidad visual o discapacidad intelectual (ya que se sustituyen conceptos, símbolos o textos complejos o abstractos por mensajes de voz).
Entre sus desventajas está el entrenamiento previo que muchos de ellos requieren, al tener que adaptar el sistema al timbre de voz del usuario. Si por algún motivo (por ejemplo un catarro) la voz del usuario cambia puede que no reconozca sus órdenes. Otra desventaja serían las posibles interferencias causadas por ruidos, ecos, o por las voces de otras personas que podrían activar algún sistema. Por último no pueden ser utilizados por los usuarios con discapacidad auditiva o con problemas de dicción.
Los programadores son útiles para controlar tareas repetitivas que se realizan siempre a la misma hora, automatizando su puesta en marcha sin que el usuario tenga que intervenir.
Hay varios ejemplos de estos sistemas: control de la temperatura, puesta en marcha de electrodomésticos, control de encendido y apagado de luces,…
Entre sus desventajas encontramos la tarea de programarlos, que no siempre es sencilla ni intuitiva. Otra desventaja es el hecho de que muchos de estos programadores se reinician cuando hay un corte de suministro eléctrico, lo que obliga a volver a reprogramarlo de nuevo.
Realmente estas interfaces entrarían dentro de las interfaces de teclado, o de voz, según la manera en la que el usuario accede a su ordenador y a su terminal de teléfono, pero las ponemos aparte para destacar sus grandes posibilidades.
La mayor parte de los sistemas domóticos permiten que puedan ser controlados mediante un ordenador personal o mediante un teléfono.
El ordenador se utiliza para introducir órdenes, para ver el estado de los sistemas y para crear escenarios y programaciones. Tiene la ventaja de que suele ser más práctico y cómodo que un panel de control o un mando a distancia, sobre todo cuando el usuario ya está habituado a trabajar con el ordenador.
Este ordenador no tiene porqué estar situado dentro del recinto en el que está la instalación domótica, ya que puede accederse mediante Internet. Esta opción abre muchas posibilidades a los cuidadores de personas dependientes, como por ejemplo personas con alzheimer, ya que pueden controlar su estado y su seguridad desde lejos, incluso intervenir desde lejos apagando electrodomésticos o desactivando alarmas.
A través del terminal telefónico puede conocerse el estado del sistema, recibir alarmas y enviar comandos mediante mensajes de texto.
El concepto escenario se refiere a que mediante un único comando a través e la interfaz (un único botón o una sola instrucción de voz) podemos interferir en varios sistemas o equipos a la vez.
Por ejemplo, a través de un solo botón “salida” podemos apagar las luces, activar la alarma de la puerta de entrada, bajar la temperatura de la calefacción, bajar las persianas, desconectar los electrodomésticos,…
La mayor parte de las instalaciones domóticas permiten la definición de distintos escenarios. La dificultad está en la manera de programar estos escenarios, que no siempre es sencilla.
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