La accesibilidad de un museo debería comenzar por la existencia de transporte público accesible que permita llegar a él. El itinerario desde la parada hasta la entrada del recinto o edificio debe ser también accesible.
Ha de haber plazas de aparcamiento reservadas para usuarios con discapacidad, y los recorridos desde estas plazas hasta los accesos han de estar libres de barreras.
El acceso al edificio o recinto debe ser accesible, siguiendo las recomendaciones que hemos visto en otros apartados de esta publicación. Es frecuente que muchos de estos equipamientos se encuentren ubicados en edificios antiguos, con lo que resulta difícil garantizar la accesibilidad; en estos casos no queda más remedio que utilizar elevadores o rampas, o habilitar entradas alternativas para los usuarios con problemas de movilidad.
Una vez dentro, el usuario ha de poder encontrar la información necesaria para poder orientarse: mostradores accesibles, señalética clara, paneles informativos,…
En el diseño de la exposición habrá que comprobar la accesibilidad física al material expuesto, sin que existan barreras físicas que lo impidan.
La información debe ser abundante y debe transmitirse mediante distintos canales: carteles con explicaciones, información sonora, subtítulos en proyecciones,… En el caso de la información sonora, se preverá la instalación de sistemas de bucle magnético, que favorezcan la audición a los usuarios de audífonos o implantes cocleares.
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